Fue un privilegio verle triunfar y saludar desde el podio con gesto del soldado que declara «Misión cumplida» a su comandante.
JORNADA repleta de emociones regaló el cubano Mijaín López hasta convertirse en tricampeón olímpico en final de desquite y respuesta a quienes deseaban verle otra vez en la cima de la lucha grecorromana.
En una Arena Carioca 2 donde ondearon innumerables banderas de la estrella solitaria y se escucharon voces de aliento hasta el delirio, el gigante fue indetenible sobre el colchón ante el turco Riza Kayaalp, único hombre que le venció par de veces en los últimos años.
Demostrar quién es quién entre los jerarcas de los 130 kilos fue inspiración del abanderado de la isla para conseguir un supley con proyección de cuatro puntos a los 25 segundos de combate y agregar otro al sacar a su rival de la zona válida a los 29.
Hubiera bastado para el segundo título de la mayor de las Antillas en esta cita, pero más tarde agregó otro y la pizarra exhibió el 6-0 definitivo.
«Estoy muy contento, y no solo por mí, también por el pueblo cubano, que merece este resultado», agradeció minutos después de disfrutar del triunfo bailando, paseando su enseña nacional y abrazando a muchos de los llegados hasta aquí para disfrutar del momento.
El campeón de Beijing 2008 y Londres 2012 se ratificó entre los grandes del deporte mundial. Fue agresivo, seguro de que volvería a tocar la gloria en un lunes de ensueño, y lo logró sin puntos en contra.
«Es el fruto del sacrificio que realiza un atleta durante cuatro años, y me sentía en óptimas condiciones, ya que me he preparado con el optimismo y el deseo necesarios», confesó feliz antes de asegurar que ello le permitió transitar esta edición con mayor facilidad que las anteriores.
Entonces mencionó también a sus entrenadores, en especial a Pedro Val, a su familia, que cubre la retaguardia en momentos difíciles y garantiza apoyo para su total concentración, y a otros que siempre están, como sucedió hace unos días cuando su pequeño hijo necesitó ser hospitalizado y las atenciones se multiplicaron.
En el camino a la cúspide eliminó al estonio Heiki Nabe (3-0), su víctima en la final de hace cuatro años, luego al sueco Johan Magnus Euren (4-0), bronce en la capital británica, y selló la semifinal sobre el ruso de 21 años Sergey Semenov (3-0).
El gigante pinareño es el séptimo gladiador en la historia dueño de tres medallas doradas en estos escenarios, y el tercer exponente cubano de deportes individuales después de los boxeadores Teófilo Stevenson y Félix Savón.
Su dominio aquí se sumó al de su compañero de equipo y monarca universal Ismael Borrero, quien alegró desde los 59 kilos como “rompehielo” de la delegación.
«Después de tanto sacrificio no se piensa nada, lo digo ahora que soy campeón olímpico, cuando te sacrificas tanto por una cosa lo ves como algo normal», indicó instantes después de saberse ganador.
Es la primera ocasión en que la modalidad grecorromana aporta par de reinados, aunque de conjunto con la libre la lucha se ha mantenido dorada desde Barcelona 1992.
Hoy la tensión continuará con las divisiones de 66 y 98 defendidas por Miguel Martínez y Yasmany Lugo, en ese orden.