Montego Bay, Jamaica.— La unidad es el único camino posible para que, entre todos, los hijos de Nuestra América emerjan del dolor que largo tiempo de coloniaje sembró en ellos. Por eso un encuentro que imbrique voluntades —como la 39 Reunión Regular de la Conferencia de Jefes de Gobierno de la Comunidad del Caribe (Caricom) que ha comenzado aquí este miércoles y se extenderá hasta el próximo día seis— tiene indudable valor.
En los estados miembros de la Caricom, situados en la cuenca del mar Caribe, gravitó con fuerza la dominación colonialista. En su mayoría son islas cuyos hijos son predominantemente afrodescendientes, aunque también les corre por las venas sangre amerindia y asiática, sin olvidar que en todo «encuentro» de culturas quedan mezcladas las trazas de quienes impusieron el dominio colonial (provenientes sobre todo de Inglaterra, Francia y Holanda).
Los años sesenta del siglo XX marcaron a esa zona geográfica por rebeliones populares solo antecedidas por la revolución antiesclavista de Haití. Cuando Barbados, Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago alcanzaron la independencia a través de sagas que marcaron en lo profundo al universo caribeño, establecieron al unísono relaciones diplomáticas con nuestra Isla. Fue ese un abrazo inolvidable, en 1972, cuando la Revolución cubana no era reconocida por muchos, incluso en el hemisferio, y enfrentaba, como hoy, el cerco feroz del imperialismo. Continue Reading